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martes, 27 de marzo de 2012

ORDENES DE AYER EN EL BOEDO DE HOY

AUTOR: Silvia N. Martínez


Hace más de mil años, las Órdenes eran moneda corriente en la Europa medieval. Grupos selectos se reunían para constituirlas, algunas con fines militares o dinásticos, pero la mayoría respondían al clero. Muy poderosas en sus comienzos, fueron languideciendo con el transcurso de los siglos, subsistiendo solamente unas pocas.
¿Por qué nos referimos entonces a las Órdenes en el barrio de Boedo?
Sucede que continuando con la costumbre tan particular que tiene este barrio de diferenciarse de sus vecinos, ya sea por su juventud legal o su devoción por los intelectuales y artistas plásticos que han transitado sus calles desde siempre, nos encontramos con una personalidad muy querida: el Maestro Escultor Francisco Reyes.

 Y es precisamente a él, a quien Boedo le debe el orgullo de haber sido cuna de la más antigua Orden en el barrio. No es el fin de este trabajo enumerar las magníficas obras que nacieron de las manos del Reyes escultor, sino referirnos al hombre de fino espíritu que no se detenía en la plástica, como lo demuestra su actuación como secretario en la famosa peña Pacha Camac y que cuando ésta desapareció, fue custodio fiel de sus archivos históricos.
Por sobre todas las cosas, Reyes hacía un culto de la amistad, razón por la cual (y porque le gustaba mucho comer salamines), reunía a menudo en su taller a un selecto grupo de amigos para compartir una buena picada que él mismo preparaba, y dar curso a una amable charla entre hombres. Y fue durante una de aquellas veladas, más exactamente el 5 de mayo de 1986, que a don Francisco se le ocurrió la brillante idea de formar una Cofradía. La idea prendió con facilidad entre los presentes, y casi de inmediato dieron forma al grupo: se llamaría “Cofradía de la Orden del Lengue” y sus miembros serían nombrados Caballeros, como en las antiguas órdenes de caballería.

El título puede parecer pretencioso, pero no lo es. La prueba es que Reyes eligió como distintivo de la Orden, una de las más humildes prendas de vestir del hombre de arrabal, que era a la vez, un orgullo masculino: el pañuelo anudado al cuello, conocido como lengue.
Reyes hizo el diseño de los primeros lengues entregados a los amigos, pintando personalmente las iniciales de los que fueron elegidos como portadores de la prenda.
Los primeros caballeros nombrados por el Maestro fueron: Enrique Erusalinsky, Manuel Baquera, Raúl Sianja, Héctor Sassone, Aníbal Lomba, Antonio Fontana, Sebastián Piana, Conrado Martínez, Enrique Marmillón, José Gobello y Enrique Gaimari. Se formalizó un estatuto para el funcionamiento de la orden y se nombró a Francisco Reyes Gran Maestre de la misma. Durante dos años, los amigos cofrades continuaron reuniéndose para compartir la “salaminada” en el taller de Castro Barros 1560, hasta que en mayo de 1988 se produjo la muerte del escultor.
La tristeza ocasionada por esta prematura desaparición, hizo que pasara cierto tiempo antes de que los amigos decidieran continuar con la tradición impuesta por su Gran Maestre. El 30 de agosto de 1990 volvieron a reunirse en el taller de Reyes, generosamente facilitado por Anita Reyes y sus hijos Rodolfo y Osvaldo, para continuar con el rito ideado por su esposo. Allí, rodeados por las obras de arte creadas por su mentor y que parecían guardar su calidez, retocaron y dieron forma definitiva a los estatutos.
Estos establecen que los fines de la Cofradía son:
• a) Promover las expresiones culturales, principalmente en el barrio de Boedo;
• b) Distinguir a las personas que acrediten grandes merecimientos trabajando por la promoción de la cultura;
• c) Colaborar con otras instituciones culturales, principalmente en el barrio de Boedo;
• d) Honrar la memoria de su fundador, don Francisco María Reyes.
En el lapso transcurrido desde la muerte de Reyes hasta la oficialización de los estatutos definitivos, se les había entregado el lengue a otros tres amigos suyos: Roberto Katzuni, Mario Bellomo y Roberto Zatelli. En virtud de esa reforma, se incorporaron también, en un mismo acto, Jorge Baistrocchi, Miguel Angel Caiafa, Francisco Crescenzo, Antonio Di Maio, Julio C. Fittipaldi, Joaquín Fuego, Enrique Kaminsky, Carlos Kapusta, Mohamed Saleh, Norberto Vischi y a título póstumo, Dionisio Cascante y Jehuda Grinbaum. Esta entrega en conjunto fue para equiparar a los amigos que no habían llegado a recibir el lengue de manos de Reyes, pero oficialmente, el caballero elegido para ese año 1990, fue Sepuccio Tidone, cumpliéndose así con el fin de nombrar un nuevo miembro cada año. En ese acto también fue investido con la Orden del Lengue en calidad de miembro honorario, Rodolfo Reyes, hijo del escultor.
Para ese entonces, ejercía el cargo de Gran Maestre don Enrique Erusalimsky, quien estuvo en el cargo hasta 1993. Posteriormente se nombró a Mario Bellomo, quien ejerció hasta su muerte, ocurrida en 1998. La posta fue tomada entonces por José Gobello, que renunció en 2010, momento en que fue electo Aníbal Lomba quien aún se encuentra ejerciendo como Gran Maestre de la Orden.
Los estatutos indican que el gobierno de la Orden es ejercido por un Consejo cuyas autoridades son: el Gran Maestre de la Orden, un Secretario, un Secretario de Actas, un Tesorero, y un pro Tesorero, mientras que el resto de los miembros serán vocales. Cada dos años se deben renovar las autoridades, pudiendo ser reelectas indefinidamente, por simple mayoría de votos.

Los Caballeros han continuado esta tradición hasta el presente, colaborando en actos culturales y especialmente en aquellos que recuerdan la memoria de su fundador, como por ejemplo la entrega de premios en las Bienales de escultura y de Manchas que realiza en colaboración con la Junta de Estudios Históricos del barrio de Boedo, cuya creación, el 7 de octubre de 1986, también se le debe a don Francisco Reyes.
Con posterioridad a los ya mencionados, han sido nombrados Caballeros los señores: Mario Carlos Araolaza (1993), Diego A. del Pino (1994), Amor Héctor González (1995), Eduardo Rubén Bernal (1996), Benjamín Cairo (1997), Rubén Derlis (1998), Pedro Asquini (1999), Onofre Lovero (2000), Amelio Ronce Ceruti (2001), Norberto Pagano (2002), Ernesto Grafman (2003), P: Carlos Oliveros Eloy (2004), Ben Molar (2005), Néstor Zakim (2006), Luis Zorz (2007), Alberto Jorge Domínguez (2008), Horacio Di Giuseppe (2009), Oscar Laudren (2010).
Es notable la variedad de profesiones que encontramos entre los nombrados: hay artistas plásticos, escritores, músicos, ingenieros, comerciantes, arquitectos, religiosos, actores, historiadores, en fin, toda una gama de hombres dedicados a las ocupaciones inherentes a sus títulos, pero fundamentalmente ligados a la cultura.
Desde hace ya algunos años, la famosa “salamineada” fue reemplazada por una cena de camaradería, a la que sí asisten las esposas de los lengueros; pero de este tema hablaremos un poco más adelante.
Como conclusión, se transcribe literalmente la descripción que hiciera José Gobello del lengue, en ocasión de la fundación de la Orden:

¿Por qué el lengue? No hace falta decir que el lengue es el pañuelo de cuello que los compadritos, con inusitado españolismo, llamaban también goliya:

“¿No ves mi goliya rota? / ¿Y los zapatos puntiaos?
¡Y tengo que andar en bota / que me tiene el pie apretao!”

Es posible que antes de decirse lengue se dijera lengo, pero nadie conoce a ciencia cierta el origen de una ni otra palabra. De todas maneras, ya a fines del siglo XIX se decía lengue, y lengue se sigue diciendo.
El compadrito solía usar el lengue –por lo general, de seda cruda; en ocasiones, de seda negra- anudado en galleta, como lo recordara José Portogalo en su “Letra para Juan Tango”:

“Fui como vos, Juan Tango, muchacho de la orilla,
Nací en el novecientos, años de los taquitos,
Del clavel en la boca, del tranvía a caballo,
De la faja, el chambergo, el pañuelo galleta
Y el mayoral travieso silbando La Morocha”

Pero ¿por qué la Orden del Lengue y no la Orden del Pantalón a la Francesa o del Funyi a lo Maxera? ¿O la del botín prunela? Porque el lengue era la prenda típica del orillero como el bandoneón es el instrumento típico del tango. Piano, violines, violonchelos, tienen todas las orquestas; bandoneón, sólo las de tango. Botines, sombreros, pantalones los usaba todo el mundo; lengue sólo el compadre. Tocado con su Maxera, vistiendo los bataraces a la francesa con faja negra a lo largo de las perneras, calzando bota militar o alpargata bordada, el compadre –y también su hijo, el compadrito; y su degeneración, el compadrón o el malevo- lucía las dos puntas de su lengue flotando como banderas al viento agreste del suburbio.
Una bandera vieron en el lengue los poetas populares. Cantó Carlos de la Púa:

“Usaba grasa de la negra en la chuza
Y enarbolaba un lengue rante
Como una bandera rantifusa”

Y Dante Linyera, un poeta casi vecino nuestro, le dedicó un hermoso poema que se titula, precisamente, “Bandera rea” y que, entre otras cosas, dice:

“Lujo del bajo fondo, corbata del lunfardo,
Parecés una bandera rea, cuando caes de costado”

Los lengues de la Orden creada por Francisco Reyes no son –para decirlo parafraseando a Linyera- el bajo fondo dando un golpe de furca a la cultura. No, son un símbolo de hombría, que en tiempos incivilizados o a medio civilizar podía expresarse en el coraje físico y también en la provocación, pero que en tiempos civilizados y entre gente de cultura, es sinónimo de lealtad.
Puesto que se trata de distinguir a quienes promueven la cultura, es decir, a quienes la acercan al pueblo, está bien que haya recurrido Francisco Reyes a aquella prenda que fue exclusiva de los hombres de pueblo cuando este barrio de Boedo dejaba de ser una prolongación del campo para convertirse en una prolongación de la ciudad.




Creo que después de estas palabras, no hace falta aclarar nada sobre el lengue. Es muy lindo ver a todos los caballeros luciendo esa prenda (en la actualidad con las iniciales pintadas por las diligentes manos de la señora Alicia Rodríguez de Kapusta), cuando una vez al año se reúnen para recordar al Maestro Reyes y hacer entrega a un nuevo recipiendario de la prenda que únicamente se sigue luciendo con varonil orgullo, en el barrio de Boedo.
Junto con el lengue, se entrega también al nuevo caballero la reproducción de un grabado de Reyes, que representa la típica callecita de arrabal con el compadrito apoyado en la pared luciendo el lengue con las iniciales bordadas.




Habrá quien diga que Boedo no es la cuna de las Órdenes, que La Boca fue la primera en instaurar la Orden del Tornillo de la mano de don Quinquela Martín, y que posteriormente a la del Lengue, nació la Orden del Buzón en la vecina Nueva Pompeya, pero lo que nadie podrá discutir es que el varonil lengue blanco identifica a los boedenses en cualquier lugar en que lo luzcan.
Y toda esta historia de compadritos, malevos y lengues dio nacimiento a otra Orden: la de las Damas del Abanico.
Volvemos entonces a las cenas de camaradería de los lengueros, a las que son invitadas sus respectivas esposas. Las señoras, algo celosas por ser dejadas al margen en este reparto masculino de pañuelos, decidieron, durante la sobremesa de la entrega del Lengue 2008, que también ellas fundarían una Orden, a semejanza de la de los Caballeros y obviamente, integrada sólo por mujeres. Tras una muy breve discusión y al advertir que la mayoría de ellas trataba de ahuyentar con sus abanicos los 33º de esa calurosa noche de diciembre, eligieron ese adminículo como distintivo del grupo femenino.

Basándose en los estatutos de la Cofradía, se reunieron el 28 de junio de 2009 y sentaron las bases de la Orden de las Damas del Abanico. Sus primeras integrantes hicieron uso del voto secreto para elegir autoridades, siendo electas por mayoría simple las siguientes damas del grupo: Gran Dama: Silvia Martínez; Secretaria: Graciela Antoñanzas; Tesorera: Alicia Rodríguez y Secretaria de Actas: Cora Stábile.
Vocales: Isabel Merellano, Alicia Larreategui, Leonor Mazzarone, Mónica Keuthe, Silvia Aimery, Ana Paz, Marta Sánchez, Iris Arias y Otilia da Veiga.
Damas Eméritas: Ana Reyes y Dorita Mariño.

Esta Orden, tal como hace su similar, se dedica a promover expresiones culturales en especial realizadas por mujeres, distinguir a las mismas por su merecimiento e investigar sobre la vida y obra de mujeres que hayan hecho aportes a la cultura y el bienestar de la población en general y del barrio de Boedo en particular.
Como sucede entre los Caballeros del Lengue, también las Damas representan a diferentes profesiones, las hay empresarias, escritoras, docentes, empleadas, artistas plásticas, amas de casa, licenciadas en periodismo, etc.
Durante 2010 renunciaron a la Orden por razones particulares las señoras Iris Arias y Alicia Larreategui y se incorporó María Rosa Cagnone como vocal. También sufrieron la pérdida de Mónica Keuthe, una de las damas que más había hecho por la formación de la Orden. El número de integrantes de la Orden es de quince miembros, sin contar las Damas Eméritas, grupo éste al que pasan a pertenecer las nuevas Damas que se nombran anualmente.
Cuando las Damas de la Orden se refieren al abanico como símbolo de su grupo, fundamentan así la elección del mismo:
Cuando nos preguntan la razón de la denominación de nuestro grupo, explicamos lo siguiente:
Según el diccionario, orden se denomina a cualquiera de las instituciones civiles creadas para premiar y honrar a las personas beneméritas.
Y la razón de porque un abanico, es simple: Es un adminículo de uso exclusivamente femenino en la actualidad, y como este grupo está formado sólo por mujeres, hemos buscado un elemento que nos identificara, encontrando que un abanico sería muy apropiado para nuestros fines.
Los orígenes del abanico se remontan al año 3000 A.C. Aparece en Egipto, representado en la cabeza de una maza ceremonial; en manos de dos esclavos que lo utilizan en un cortejo real.
Eran de gran tamaño, fijos y circulares y casi exclusivamente hechos con plumas. Fueron utilizados también por romanos y griegos y existe una tradición milenaria china del año 2697 A.C. donde se cuenta que el abanico fue inventado por la hija del mandarín Kan-Si, la que al sentirse sofocada durante un baile, agitó su antifaz ceremonial muy cerca de su cara, dando origen a una moda que se extendió muy pronto entre las bellas de la corte.
Todos estos modelos eran rígidos, ya que los primeros abanicos plegables se crearon en Japón recién en el siglo IX D.C.
En América, los conquistadores españoles encontraron abanicos fabricados con hojas de palma trenzada y adornados con plumas de colores, que eran utilizados por incas y aztecas. Incluso Moctezuma obsequió a Hernán Cortés con seis abanicos de plumas de bellos colores.
También Cristóbal Colón, de regreso en España, entregó a la Reina Isabel “La Católica” un abanico de estas plumas, traído de las Indias.
En España, país con el que tradicionalmente se relaciona al abanico, las primeras referencias aparecen recién en el siglo XIV, donde se menciona a uno de los nobles de la corte como el “portador del abanico”, servicio que cumplía para el rey y que era considerado un alto honor.
El abanico fue muy apreciado por la mayoría de las reinas, como por ejemplo Isabel I de Inglaterra, que dijo que era “el único regalo que podía aceptar una reina”. O Luisa de Suecia, que en 1774 creó una Orden Real del Abanico, para distinguir a las Damas de su corte; o Isabel Farnesio, esposa de Felipe V, que llegó a tener 1636 abanicos.




Estos son los fundamentos de la Orden del Abanico, pero a diferencia de la del Lengue, las Damas realizan actos culturales cada tres meses y está abierta al público en general, pudiendo apoyar a la misma en concepto de miembros adherentes.
Han realizado actos de presentación de libros; muestras de Origami; lectura de textos propios sobre mujeres famosas de la historia argentina; charlas sobre medicinas para el alma; introducción a la Cabala, numerología y Tarot; realizaron visitas guiadas al Teatro Colón y veladas musicales. Además, tienen un blog en Internet, donde vuelcan notas de interés para la mujer e informan sobre todo lo realizado por las Damas.
También otorga premios en certámenes de Escultura y Pintura, destacando la labor femenina en los mismos, y cada año nombra a una nueva Dama, a la que se le hace entrega de un abanico con sus iniciales pintadas a mano por la señora Alicia Rodríguez, y de un diploma que la individualiza como Dama de la Orden.



En el año 2010 se nombró a la escritora y reconocida letrista de tangos, Dra. Haidé Daibán como “Dama del Abanico del Año”, por su trayectoria y por haber vivido durante su infancia en Boedo, barrio que además, ha inspirado algunos de sus más bellos poemas.


Y en septiembre de 2011, recibirá la misma distinción la Licenciada Liliana Barela, Directora General de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, buceadora incansable de la historia argentina, que guarda entre sus recuerdos de infancia y adolescencia, gratos momentos vividos en el barrio de Boedo.



Hasta aquí, una breve reseña del origen y de las actividades de ambas Órdenes, que esperamos continúen apoyando la amistad y la cultura en Boedo, o donde quiera se encuentre alguno de sus integrantes.

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